viernes, 16 de diciembre de 2011

Carta a Marcelo Rivera

Quito DM, 17 de diciembre de 2011



Estimado Marcelo:

Realmente cuesta entender el por qué de tu lejanía, y eso ocurre, me ocurre, porque no comprendo lo que ellos piensan, porque no soy como ellos, porque no miro como ellos. Para ellos, los verdes (antes amarillos o naranjas) el luchar en cualquier espacio cuestionándolos es terrorismo, y claro que lo es porque en su visión, esa que sé que ni tu ni yo entendemos, les da terror perder sus privilegios, perder lo que nos han robado, eso tangible, porque la alegría o la solidaridad, o el abrazo fraterno y sincero, o la sonrisa esperanzadora, o el amor mismo al cambio, a la revolución o a la Patria Nueva, nunca nos la podrán arrebatar, porque ellos no piensan, pero tampoco sienten como nosotros.

Y ese pensar y sentir diferente te da características únicas querido “pelao”, porque lejos de derrotarte te hacen más fuerte. Sabemos que existirán tiempos difíciles pero ¿acaso lo cotidiano de un revolucionario no es la revolución? Y la revolución nos demanda sacrificio y tenacidad, pero sobretodo un gran corazón que mueva nuestra mente, empuje nuestros pasos y abrigue nuestro accionar y en eso nos llevas largo, te has constituido en un ejemplo, vivo, recordado, sentido por quienes te conocemos y en algún momento de este caminar compartimos contigo.

No quiero que las palabras que escribo te entristezcan sino más bien que demuestren la gran admiración, el respeto y el aprecio que siento por alguien que ha sabido mantenerse firme, que ha sabido demostrarnos y enseñarnos el valor de la dignidad, el valor de lo que significa estar de pie, con la frente en alto, con ese orgullo de ser revolucionarios, no de boca sino de corazón.

Creo que la mejor manera de demostrarte nuestra solidaridad es continuando, temporalmente sin ti, este camino que seguimos recorriendo a cada paso, como lo mandan nuestras convicciones y nuestros ideales, adelante Marcelo, ni un minuto de silencio, toda una vida de combate.



Un abrazo fraterno y revolucionario,



Sebastián Salazar Nicholls

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